Cambiando Zapatos III
Salgo de mi estupor y enseguida oigo ladridos, corro alrededor del muro buscando la forma de entrar y me paralizo al ver a un mastín que ha salido de la puerta de servicio. El enorme perro no se digna a ladrar, eriza su corona de pelos rojos alrededor de su cabeza y lentamente se dirige a mí. Arrojo el ajo púrpura al suelo y lo piso desesperado, el pobre perro gime y cae al suelo.
Entro al patio y cruzo un puente de madera, Iyoconda me llama desde un balcón y me aproximo, ella entra en una habitación y sale con un fardo que tira hacia mí, logro agarrarlo.Ella se descuelga y corre hacia la salida. Siento el fardo tibio y suave. Lo abro y veo a una muchacha como de quince años.
- Tienes cinco minutos antes que despierten.
Coloco a la muchacha en el hombro y sigo a Iyoconda que se pierde en una callejuela. Un Jeep nos espera, pongo a la muchacha en la parte trasera y me coloco de copiloto.
- ¿Un Frankenstein? - Le digo a Iyoconda quien no puede encender el auto.
Ella insiste sin suerte, pateo el auto entre el volante y los pedales, ella gira la llave y el monstruo enciende.
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