botas negras cielo gris IV

Se descuelga del anuncio como puede y baja al suelo con cuidado. Ya nadie la sigue; se esconde en una esquina, y haciendo silencio, trata de escuchar algún sonido.No escucha nada, ni botas, ni vehículos ni aviones. Solo debe preocuparse de los francotiradores que siempre silenciosos son una amenaza terrible.

Camina por la calle paralela a la Avenida principal, es un camino mucho más largo, por lo sinuoso del boulevard, pero así está más escondida y segura. Es increíble como un viaje de tan solo unas cuadras se le ha convertido en toda una odisea. Pasa entre las mesas con mesitas de los cafés y restaurantes que ahora vacíos le dan una apariencia triste y hasta siniestra al paseo.

La calzada se eleva y remata en una colina con una pequeña placita. Desde el muro observa la calle Lago Baikal. Se da cuenta de que si sigue por ese camino se desviará de su objetivo. Decide pasar al otro lado de la pared y cruzar por un espacio de tierra removida y escombros.

Sube por el muro y luego se descuelga. Solo por costumbre piensa que le duele la pierna; aunque en realidad, no ha sentido dolor alguno al descolgarse del muro y caer en la suave arena. Se incorpora y camina por un sendero abierto por las carretillas que usan para sacar la tierra de la tumba. Más adelante un parapeto de madera enmarca una estructura de piedra. Supuestamente es la tumba real de los emperadores lobos. Hasta hace unos pocos días las personas se congregaban todos los dias para exigir respeto por sus restos; temían que la profanación desencadenase una maldición. Tal vez tenían razón...

Llega a la plaza de la calle Baikal. El monumento ecuestre del héroe de la barba luenga; los ojos fieros que le diera pesadillas, ahora yace de lado. La espada enredada en el arbol y las barras de acero del pedestal son lo único que lo sostienen ahora.

"¿Qué es eso?" Alexa ve algo en la base descubierta del monumento. Se acerca y removiendo con cuidado las hojas y el polvo acumulado encuentra una caja. La toma minutos antes de que la vibración de una monstruosa explosión hiciera mover hacia el otro lado al huraño prócer. Después que pasa el susto se pregunta dónde está la bendita caja. Sabe que la tenía en las manos, y que gracias al antipático héroe la ha perdido. Observa la estatua y se da cuenta de que un rayo de luz que se filtra por el árbol parece que lo hiciera reir...


― ¿Qué busca madam? ― Escucha que un soldado le dice en Inglés.


― Nada. Solo estoy asustada―Alexa se limpia el pantalón y de reojo mira el paradero de la caja. Algo brilla y parece oro―¿New Orleans?―Interroga al soldado―Ya es el segundo sureño que me encuentro hoy.


Antes de que pudiera responder se escucha otra voz.


― ¿Todo está bien?

Un pequeño grupo de Rusos se acerca con todo el protocolo debido para no iniciar algo serio. Alexa no se da cuenta de que le hablaban, y el ruso le vuelve a hacer la pregunta.

―Todo bien―dice ella. Quiereir a recoger la caja, tal vez de manera imprudente, pero es que los gastos no se pagan solos. El soldado Ruso la detiene ― Vassily. A sus órdenes.―Alexa no sabe que decir, lo único que atina a hacer es agarrar su medallón de la virgen.

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