Las Aventuras de Alexa Huntington 1

Alexa se relaja y siente que entra en el mundo de los sueños; en la bruma común – aquel espacio de donde manan todos los sueños - busca la franja verde que le permite salir de su propio mundo onírico para entrar en el del objetivo.
Cuando estás dentro, necesitas ver tus manos y opcionalmente tus pies. Alexandra se concentra y levanta sus manos, ve unos guantes de seda con un motivo floral bordado. En su brazo derecho una cesta que contiene unas manzanas ya arrugadas junto con algunas monedas. Mira a sus pies y ve que esta calzada con unos mocasines rotos.
Lleva las manos a la cabeza y palpa un sombrero atado a su mentón con una cinta púrpura. Su vestido es de un color rojo desteñido y su ropa interior es muy abundante. Se da cuenta que está en un sueño de principios del Siglo XX ó finalizando el XIX.
“Las monedas me ayudarán a saber donde estoy”. Las revisa y se da cuenta que está en Inglaterra en la Era Victoriana.
Alexandra siente el vacio en el estomago que le indica que ya está en el flujo del soñador. Contra su voluntad camina con prisa en la oscuridad de una calle muy mal iluminada por las lámparas de la época.
Más adelante, una figura oscura le cierra el paso; un hombre alto y rubicundo de unos cincuenta años, vestido con un saco, sombrero y bastón. Ella observa sin hacer nada hasta que el desenvaina una espadilla de su bastón.
La hoja de la espada brilla en la oscuridad con un destello frio y azulado. El atacante sonríe y rápidamente lanza una estocada de arriba hacia abajo. Ella la evade, el insiste tratando de apuñalarla, pero ella lo vuelve a evadir aunque pierde su canasta y a duras penas el sombrero se mantenga en su cabeza.
El hombre tira a un lado el bastón y desabotona su saco. Una gran cantidad de armas blancas: puñales, una hoz y hasta un bisturí brillan bajo la luz de la mortecina lámpara. Se toma su tiempo y elige la hoz; pasa la lengua por el filo curvo de su arma y ríe con una alegría aterradora.
Alexandra bota su sombrero y se quita la chaqueta de su vestido. Estira el dedo índice de la mano derecha y dice Susurro. El soñador da un paso atrás, siente un peso en su abdomen y un frio en su espalda. El piso detrás del soñador se estira y empieza a cambiar. Él retoma la compostura y huye.
Envuelto en la neblina el hombre apenas puede ver ya que la luna se esconde tras una nube. Huye a toda prisa sin mayor guía que el miedo; sigue sin distinguir nada y solo puede confiar en las pisadas que resuenan en toda la calzada. Afortunadamente, la luna sale de su escondite e ilumina su camino a tiempo de evitar que caiga en las oscuras aguas del Támesis.
Al fondo hay una escalera de madera que lo lleva a un bote amarrado a un viejo poste, pero aunque teme a la mujer del sueño, le aterra aún más la posibilidad de caer al agua.
El ruido de cascos de caballos en el piso de piedra interrumpe las cavilaciones del soñador. Este voltea y ve un soberbio carruaje esperándolo.
—Llévame a tu casa. – Le ordena Alexa. ¬
El soñador sube al carruaje donde retoma la compostura. Se estira hacia el asiento de adelante donde está la mujer terrible y le toma la rodilla. Ella saca una filosa hoja que tenía escondida en su pierna, la coloca en su pecho y lo hace retroceder.
—No hay nada erótico aquí. – le dice Alexa.
El cochero se detiene enfrente de una espaciosa casa de madera y piedra. Se bajan y Alexa se encarga de que el rubicundo hombre pague muy generosamente al conductor. Con la filosa hoja de acero aún en su mano golpea el pecho del hombre, el cual prontamente abre la reja y los hace pasar.
Tiembla al abrir la puerta de la casa. Un salón grande y bien iluminado por una gigantesca araña de cristal rompe la monotonía del negro y gris del sueño. Cuadros de cacería y de bucólicos prados adornan la estancia.
Una mesa con un grupo de fotografías de mujeres jóvenes atrae la atención de Alexa, reconoce a una de las chicas y toma su retrato para observarla mejor; en efecto, la ha visto antes, pero no recuerda donde, devuelve el retrato a su lugar y de repente siente el punzante ardor de un filo en su brazo.
El soñador intenta apuñalarla pero falla de nuevo. Ella le hace frente con el filoso acero con que lo había sometido anteriormente y logra cortarle la cara con habilidad.
Alexa recupera la concentración y dice Susurro a la vez que hace que el asesino onírico caiga sobre su vientre al quitarle las piernas. Opresión le quita la movilidad y el control del sueño, por lo que sin posibilidades de reaccionar, queda a merced de la terrible mujer de su pesadilla. Esta lo sube a la silla de su lujoso escritorio, toma asiento enfrente y le ordena que le vea a la cara.
—Posesión – dice Alexa – quien satisfecha ve al hombre bajo su voluntad.
—Quiero que cuando a mi orden despiertes, hagas la transferencia de la cantidad de dinero escrita en este papel ―el soñador recibe el papel―, a la cuenta de banco que se te indica y una vez lo hayas hecho, lo olvides.
- Contaré hasta cinco y despertarás para hacer lo que ordeno.
- Uno, dos ...

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