Las Aventuras de Alexa Huntington 4
Alexa se levanta tosiendo y escupiendo sangre en la camilla. Maya le asiste calmándola y examinando sus heridas: una abrasión en el cuello, un moretón en la cadera y varios raspones en piernas y brazos. Le da unos antiinflamatorios y analgésicos.
Nunca habían visto nada igual a esto. Alexa tiene heridas en gran parte de su cuerpo, de alguna manera somatizo el daño que M le hacía en el sueño. Maya piensa que es un milagro que ella no se hubiese asfixiado cuando la colgaron en la horca.
Pasan dos días y las heridas sanan totalmente. Alexa se mueve normalmente. Responde coherentemente a las preguntas que se le hacen y ha podido dormir de manera natural. Spencer se reúne con ella y le pregunta si puede trabajar, a lo que responde que sí, por lo que este programa la reunión de proyecto para dentro de dos días.
Llega el día de la reunión y para variar, Alexa llega temprano, lo que provoca los chistes de sus compañeros. Spencer entra en la sala con una actitud seria y empieza la planeación sin más preámbulos.
El objetivo es el señor Frederick Canon, de ahora en adelante conocido como el señor F. El señor F es director de Credit Artic; accionista de New Horizonts Venture y un excelente asesor en lo que concierne a lavar dinero. Sus múltiples ocupaciones lo hacen prácticamente inaccesible; sale muy pocas veces y es desconfiado hasta la médula, tanto así que solo bebe agua embotellada de una marca particular.
Una persona con estas características siempre tiene un empleado a quien no le cae particularmente bien. Este es el caso de su secretaria, que ha aceptado inyectar la verticrea en su botella de agua a cambio de una pequeña fortuna.
Spencer recibe una llamada informándole que el señor F ha bebido la botella de agua con la verticrea y se ha acostado ya.
Es tu turno Alexa.
Las nieblas del sueño se han disipado y el halo verde permite a Alexa entrar al mundo de los sueños del señor F. Ella revisa las manos y ve que tiene guantes negros, en los pies lleva botas altas del mismo color, lleva puesto un ajustado traje de cuero del mismo color, con un escote más que generoso. Se ríe del gusto de los hombres en trajes de mujer y se dispone a caminar.
El paisaje del sueño es monótono. La nieve lo cubre todo y los pinos se yerguen contra el gris de la montaña y el azul pálido del cielo. En cuanto a la época que está viviendo no tiene mucha información; el traje que usa es común en los videojuegos, dibujos animados y revistas populares de entretenimiento. El frio entra en el escote, piensa y trata de acomodarlo de manera infructuosa.
Un ruidoso motor que suena a su izquierda le saca de sus cavilaciones. Una moto de nieve se detiene frente a ella y un hombre calvo y barrigón, que no es otro que F, le invita a subir con una ridícula actitud de galán, provocando la risa de Alexa. Afortunadamente, el no reacciona mal, solo dice que ninguna mujer bella es tan mala como para no sacarla a pasear. Ella responde con otro lugar común y se va con él.
No ha pasado mucho tiempo para darse cuenta de que son perseguidos. Dos motos de nieve le pasan de lado y una tercera le tranca el paso. F logra escapar del cerco y acelera. Las motos no les dan tregua y siguen su persecución. Una cuarta los embiste de lado y caen violentamente al suelo. A unos metros de donde esta Alexa el soñador es sometido y puesto de rodillas. Ella se levanta solo para caer de nuevo al ser golpeada en las costillas. Un hombre vestido de blanco y con máscara negra le apunta.
No te muevas.
No puede ser, piensa Alexa. Otro flujo controla el sueño. Ella no es la única oniromante aquí. El soñador es interrogado de manera brutal, lo golpean y le colocan sus pesadas botas en la nuca. Llorando les responde todo lo que le preguntan. Lo golpean de tal manera que le hacen sangrar tiñendo de rojo la nieve. El hombre que somete a Alexa la levanta del cabello, la pone de pie y le dice que se vaya.
Alexa despierta con una fuerte tos, el pulso acelerado y un dolor del costado. Maya se queda con ella hasta que se calma, luego sale del cuarto y la deja sola. Alexa espera un momento y sale para ir a la sala de juntas.
¿Qué ha pasado? —le pregunta uno de los planificadores― ¿Cómo te sientes?
―Estoy bien. Solo quiero saber que ha ocurrido.
Alexa mira a Spencer que ya ha dejado de hablar por teléfono.
―El señor F despertó, fue a su computadora, hizo algo y luego gritó. Parece que tiene una crisis de nervios.
― ¿Qué le hiciste, Alexa?― Inquiere Spencer.
―No le hice nada malo. Hubo otro oniromante allí conmigo. El ya tenía el control del sueño para cuando yo llegué.
Spencer despide al equipo que trabaja con él y se queda a solas con ella.
―No entiendo. ¿Qué dijiste?
―Ya te lo dije: hubo otro oniromante que controló el sueño. No pude hacer nada allá. Le preguntaban por un montón de cosas…recuerdo a una tal Martha. Vi como lo golpeaban salvajemente aunque ya tenían lo que querían.
Spencer se sienta en un sillón, se quita los lentes y empieza a jugar con ellos. Alexa toma una silla y espera a que él hable.
―Debe haber algo diferente en este caso: no parece que hubiera hecho ninguna transferencia ―le dice pensativo— ¿Hubo otro oniromante?
— ¿Desconfías de mi?
—No, no… es que no conozco más oniromantes, pero tampoco puedo descartar que los haya.
—Entonces…desconfías de mí.
―Espera… es algo nuevo para mí. ―Spencer le sostiene la mano a Alexa― Nunca pensé que hubiera otros.
―Para mí también es nuevo, pero recuerdo que M me dijo que ya había sido visitado por oniromantes, de hecho sabía cómo defenderse.
―Sí. Recuerdo que me lo dijiste.
―Voy a caminar: necesito despejarme.
Sale del edificio enojada. El frio afuera le molesta como nunca; extraña su casa en la isla, el calorcito del sol de la tarde, el mecerse en la hamaca mirando las aguas a la espera de alguna estrella fugaz
Ha caminado de la misma forma en que lo hacen los borrachos: no sabe cómo ha llegado a un boulevard que no ha visitado antes. La iluminación violeta del sitio la tranquiliza, las macetas con pinos pequeños le llenan los pulmones con aromas exquisitos, el olor a café y el rumor de las conversaciones la invitan a entrar, además, tiene hambre.
Se sienta en una mesita, el mesero aparece de inmediato y ella pide una taza de chocolate caliente y unos bizcochos. Mucho más tranquila, toma un poco de chocolate y come un bizcocho.
Sumida en la tranquilidad que merece, se entrega a la nostalgia ¿Qué será de este? ¿Qué habrá pasado con aquella? Una piedrita rebota en la mesa y hace un sonido singular. Con la mano la aparta y come su otra ración de bizcocho. Otra piedrita cae en la mesa y ella levanta la vista a ver quién es el impertinente.
Un hombre alto, de cabello desordenado, bluyín sucio y camisa ajada se sienta en la mesa con ella. Le toma la mano y la besa, al tiempo que le dice:
― ¡Bella! ¿Te has olvidado de mí?
―No lo conozco ―dice Alexa apartando la mano.
― ¿Cómo que no? La profesora Alicia, los gemelos…
―No lo conozco ―revisa su bolso y saca un espray― sin no se va lo rocío.
―Disculpa, pensé conocerte, Me confundí…―Mi nombre es…
Una explosión se oye a pocos metros. Humo y escombros vuelan por todo el lugar. El impertinente, toma a Alexa por la manga de su abrigo en el momento justo de evitar que una gárgola de bronce la aplastase. La carga sobre su hombro y sale del boulevard.
Una vez fuera, se escucha un segundo estruendo. A pesar de que el humo dificulta la visión, se ve con la ayuda de la mortecina luz de la esquina, a una figura que cae de rodillas y que parece tener dificultades para levantarse. El impertinente deja a Alexa que solo está aturdida y parte a toda velocidad perdiéndose en el humo.
― ¡Alexa! ―Spencer la agita―ella lo toma del hombro. El la levanta y la monta en el auto que está a pocos metros de allí.
Nunca habían visto nada igual a esto. Alexa tiene heridas en gran parte de su cuerpo, de alguna manera somatizo el daño que M le hacía en el sueño. Maya piensa que es un milagro que ella no se hubiese asfixiado cuando la colgaron en la horca.
Pasan dos días y las heridas sanan totalmente. Alexa se mueve normalmente. Responde coherentemente a las preguntas que se le hacen y ha podido dormir de manera natural. Spencer se reúne con ella y le pregunta si puede trabajar, a lo que responde que sí, por lo que este programa la reunión de proyecto para dentro de dos días.
Llega el día de la reunión y para variar, Alexa llega temprano, lo que provoca los chistes de sus compañeros. Spencer entra en la sala con una actitud seria y empieza la planeación sin más preámbulos.
El objetivo es el señor Frederick Canon, de ahora en adelante conocido como el señor F. El señor F es director de Credit Artic; accionista de New Horizonts Venture y un excelente asesor en lo que concierne a lavar dinero. Sus múltiples ocupaciones lo hacen prácticamente inaccesible; sale muy pocas veces y es desconfiado hasta la médula, tanto así que solo bebe agua embotellada de una marca particular.
Una persona con estas características siempre tiene un empleado a quien no le cae particularmente bien. Este es el caso de su secretaria, que ha aceptado inyectar la verticrea en su botella de agua a cambio de una pequeña fortuna.
Spencer recibe una llamada informándole que el señor F ha bebido la botella de agua con la verticrea y se ha acostado ya.
Es tu turno Alexa.
Las nieblas del sueño se han disipado y el halo verde permite a Alexa entrar al mundo de los sueños del señor F. Ella revisa las manos y ve que tiene guantes negros, en los pies lleva botas altas del mismo color, lleva puesto un ajustado traje de cuero del mismo color, con un escote más que generoso. Se ríe del gusto de los hombres en trajes de mujer y se dispone a caminar.
El paisaje del sueño es monótono. La nieve lo cubre todo y los pinos se yerguen contra el gris de la montaña y el azul pálido del cielo. En cuanto a la época que está viviendo no tiene mucha información; el traje que usa es común en los videojuegos, dibujos animados y revistas populares de entretenimiento. El frio entra en el escote, piensa y trata de acomodarlo de manera infructuosa.
Un ruidoso motor que suena a su izquierda le saca de sus cavilaciones. Una moto de nieve se detiene frente a ella y un hombre calvo y barrigón, que no es otro que F, le invita a subir con una ridícula actitud de galán, provocando la risa de Alexa. Afortunadamente, el no reacciona mal, solo dice que ninguna mujer bella es tan mala como para no sacarla a pasear. Ella responde con otro lugar común y se va con él.
No ha pasado mucho tiempo para darse cuenta de que son perseguidos. Dos motos de nieve le pasan de lado y una tercera le tranca el paso. F logra escapar del cerco y acelera. Las motos no les dan tregua y siguen su persecución. Una cuarta los embiste de lado y caen violentamente al suelo. A unos metros de donde esta Alexa el soñador es sometido y puesto de rodillas. Ella se levanta solo para caer de nuevo al ser golpeada en las costillas. Un hombre vestido de blanco y con máscara negra le apunta.
No te muevas.
No puede ser, piensa Alexa. Otro flujo controla el sueño. Ella no es la única oniromante aquí. El soñador es interrogado de manera brutal, lo golpean y le colocan sus pesadas botas en la nuca. Llorando les responde todo lo que le preguntan. Lo golpean de tal manera que le hacen sangrar tiñendo de rojo la nieve. El hombre que somete a Alexa la levanta del cabello, la pone de pie y le dice que se vaya.
Alexa despierta con una fuerte tos, el pulso acelerado y un dolor del costado. Maya se queda con ella hasta que se calma, luego sale del cuarto y la deja sola. Alexa espera un momento y sale para ir a la sala de juntas.
¿Qué ha pasado? —le pregunta uno de los planificadores― ¿Cómo te sientes?
―Estoy bien. Solo quiero saber que ha ocurrido.
Alexa mira a Spencer que ya ha dejado de hablar por teléfono.
―El señor F despertó, fue a su computadora, hizo algo y luego gritó. Parece que tiene una crisis de nervios.
― ¿Qué le hiciste, Alexa?― Inquiere Spencer.
―No le hice nada malo. Hubo otro oniromante allí conmigo. El ya tenía el control del sueño para cuando yo llegué.
Spencer despide al equipo que trabaja con él y se queda a solas con ella.
―No entiendo. ¿Qué dijiste?
―Ya te lo dije: hubo otro oniromante que controló el sueño. No pude hacer nada allá. Le preguntaban por un montón de cosas…recuerdo a una tal Martha. Vi como lo golpeaban salvajemente aunque ya tenían lo que querían.
Spencer se sienta en un sillón, se quita los lentes y empieza a jugar con ellos. Alexa toma una silla y espera a que él hable.
―Debe haber algo diferente en este caso: no parece que hubiera hecho ninguna transferencia ―le dice pensativo— ¿Hubo otro oniromante?
— ¿Desconfías de mi?
—No, no… es que no conozco más oniromantes, pero tampoco puedo descartar que los haya.
—Entonces…desconfías de mí.
―Espera… es algo nuevo para mí. ―Spencer le sostiene la mano a Alexa― Nunca pensé que hubiera otros.
―Para mí también es nuevo, pero recuerdo que M me dijo que ya había sido visitado por oniromantes, de hecho sabía cómo defenderse.
―Sí. Recuerdo que me lo dijiste.
―Voy a caminar: necesito despejarme.
Sale del edificio enojada. El frio afuera le molesta como nunca; extraña su casa en la isla, el calorcito del sol de la tarde, el mecerse en la hamaca mirando las aguas a la espera de alguna estrella fugaz
Ha caminado de la misma forma en que lo hacen los borrachos: no sabe cómo ha llegado a un boulevard que no ha visitado antes. La iluminación violeta del sitio la tranquiliza, las macetas con pinos pequeños le llenan los pulmones con aromas exquisitos, el olor a café y el rumor de las conversaciones la invitan a entrar, además, tiene hambre.
Se sienta en una mesita, el mesero aparece de inmediato y ella pide una taza de chocolate caliente y unos bizcochos. Mucho más tranquila, toma un poco de chocolate y come un bizcocho.
Sumida en la tranquilidad que merece, se entrega a la nostalgia ¿Qué será de este? ¿Qué habrá pasado con aquella? Una piedrita rebota en la mesa y hace un sonido singular. Con la mano la aparta y come su otra ración de bizcocho. Otra piedrita cae en la mesa y ella levanta la vista a ver quién es el impertinente.
Un hombre alto, de cabello desordenado, bluyín sucio y camisa ajada se sienta en la mesa con ella. Le toma la mano y la besa, al tiempo que le dice:
― ¡Bella! ¿Te has olvidado de mí?
―No lo conozco ―dice Alexa apartando la mano.
― ¿Cómo que no? La profesora Alicia, los gemelos…
―No lo conozco ―revisa su bolso y saca un espray― sin no se va lo rocío.
―Disculpa, pensé conocerte, Me confundí…―Mi nombre es…
Una explosión se oye a pocos metros. Humo y escombros vuelan por todo el lugar. El impertinente, toma a Alexa por la manga de su abrigo en el momento justo de evitar que una gárgola de bronce la aplastase. La carga sobre su hombro y sale del boulevard.
Una vez fuera, se escucha un segundo estruendo. A pesar de que el humo dificulta la visión, se ve con la ayuda de la mortecina luz de la esquina, a una figura que cae de rodillas y que parece tener dificultades para levantarse. El impertinente deja a Alexa que solo está aturdida y parte a toda velocidad perdiéndose en el humo.
― ¡Alexa! ―Spencer la agita―ella lo toma del hombro. El la levanta y la monta en el auto que está a pocos metros de allí.
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