Cambiando Zapatos IV

El monstruo desciende por las calles del pueblo. Volteo para ver si nos siguen y no veo a nadie. Cubro a la muchacha con una manta y me siento sin hablar.

Unos kilómetros después de salir del pueblo, Iyoconda empieza a silbar la balada de la cuchilla de plata.

- ¿Qué tienes?

-¡Nada!

- ¿Nada? ¿silbando la balada de la cuchilla de plata?

- ¿Yo? ¡Es que tu eres una compañía muy aburrida! ¡Prefiero un dolo de muelas! - Dice y suelta una carcajada.


- ¿Qué le diste a esta muchacha? ¡todavía está dormida! - Le digo y reviso su pulso.

- ¡Yo no le dí nada!¡Fueron ellos!

- ¿Es tu familiar? - Le pregundo cuando veo el tatuaje tribal de su cuello.

- Lejano.

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