Cambiando Zapatos V
-Todos tus familiares son lejanos.
- Ella es de mi clan. Solo la devolvemos a dónde pertenece.
- No habra nada de dinero en esto. -Digo con resignación.
- Tal vez un pedazo de Jabalí asado.
EL monstruo pasa por un riachuelo. El agua sube y cae en una delicada cortina de rocío y despierta a nuestra pasajera. Voy atrás con ella y la sostengo con fuerza. Abre los ojos trabajosamente, aspira con fuerza y despierta.
- Calma. Estas entre amigos. - Ella me abraza como un cachorrito apaleado.
- Ya era hora de que despertaras. - Dice Yyoconda. - Hemos llegado al pueblo.
El camino sinuoso de las laderas de las montañas kuo-son se abre ante nuestros ojos. Siento el frio de la neblina que desciende entre las rocas y el graznido de los cuervos sobre nuestras cabezas. Sostengo a nuestra pasajera con fuerza para que no se mueva bruscamente; reconozco que Iyoconda es una insigne conductora: hemos llegado a la entrada del Valle sanos y salvos.
- Esta gente no es de tu clan.
- No tontito. - Muestra su sonrisa y hace un corazón con su boca. Somos una tribu muy grande: tu apenas conoces a mi familia.
Ella desaparece y de inmediato el pueblo me rodea curioso, entre la gente se abre paso una mujer pequeña y robusta que abraza a la chica; ambas se entregan al llanto liberador. Otras personas se les unen.
Pienso en dónde se habrá metido Iyoconda, y como siempre, ella aparece agarrandome del brazo.
- Aqui estoy..Occidentalito. - Ella disfruta los juegos en los que me mete.
- ¿Habrá jabalí y dinero ó no habrá nada?. Le digo.
Me abre la mano, coloca una bolsa de cuero y luego la cierra. Reviso y encuentro unas pepitas de oro.
- ¿Satisfecho?
- Todavía no. Debes explicarme que ha ocurrido aquí.
- Bueno..
- Ella es de mi clan. Solo la devolvemos a dónde pertenece.
- No habra nada de dinero en esto. -Digo con resignación.
- Tal vez un pedazo de Jabalí asado.
EL monstruo pasa por un riachuelo. El agua sube y cae en una delicada cortina de rocío y despierta a nuestra pasajera. Voy atrás con ella y la sostengo con fuerza. Abre los ojos trabajosamente, aspira con fuerza y despierta.
- Calma. Estas entre amigos. - Ella me abraza como un cachorrito apaleado.
- Ya era hora de que despertaras. - Dice Yyoconda. - Hemos llegado al pueblo.
El camino sinuoso de las laderas de las montañas kuo-son se abre ante nuestros ojos. Siento el frio de la neblina que desciende entre las rocas y el graznido de los cuervos sobre nuestras cabezas. Sostengo a nuestra pasajera con fuerza para que no se mueva bruscamente; reconozco que Iyoconda es una insigne conductora: hemos llegado a la entrada del Valle sanos y salvos.
- Esta gente no es de tu clan.
- No tontito. - Muestra su sonrisa y hace un corazón con su boca. Somos una tribu muy grande: tu apenas conoces a mi familia.
Ella desaparece y de inmediato el pueblo me rodea curioso, entre la gente se abre paso una mujer pequeña y robusta que abraza a la chica; ambas se entregan al llanto liberador. Otras personas se les unen.
Pienso en dónde se habrá metido Iyoconda, y como siempre, ella aparece agarrandome del brazo.
- Aqui estoy..Occidentalito. - Ella disfruta los juegos en los que me mete.
- ¿Habrá jabalí y dinero ó no habrá nada?. Le digo.
Me abre la mano, coloca una bolsa de cuero y luego la cierra. Reviso y encuentro unas pepitas de oro.
- ¿Satisfecho?
- Todavía no. Debes explicarme que ha ocurrido aquí.
- Bueno..
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